Les dejo la historia de una amiga, que me contó una de sus tantas experiencias con un perro… si bien tuvo varias, le pedí que me cuente cual de todos fue el que la hizo gozar más, o cual la sorprendió más de todas las que ha tenido, y me contó esta, espero que a ustedes les guste tanto como a mí.
“Un día, un amigo mío, me pidió cuidar de su mascota durante las vacaciones de verano, estando cerca del lugar y por tener cierto afecto con los perros, acepte inmediatamente.
Ya tengo tiempo de conocer y «convivir» con varias razas de perros, pero nunca había tenido la oportunidad de un Pitbull. Es muy común que la gente le tenga cierto temor a la raza Pitbull (en su momento también lo tenía), sin embargo puedo decir que son una de las razas más cariñosas que pueden existir.
El primer día los dueños me presentan a la famosa mascota, (como era de esperarse de su raza) era un animal sumamente grande y fuerte, que fácilmente una mordida podría romper sillas y huesos. Al acercarme a la puerta se dirige con mucha velocidad, agitando la puerta de forma extraordinaria. Fue cuando me puse a pensar en qué clase de problema me había metido, pero ya me había comprometido y los dueños tenían que salir ese día.
Lo siguiente fue que los dueños amarraron al enorme animal (no más grande que un gran danés pero más grande que un rottweiler) a un poste y me empezaron a platicar la rutina, cantidad de comida, agua, paseos, etc. Llegó el momento donde tenía que acercarme al Pitbull, (para que pudiera olerme y que empezara a tomarme confianza) con mucha cautela me acerco y le acerco la mano.
Con mi experiencia ya con animales antes, logré calmarlo, después de olfatearme empezó a querer saltar sobre mí. Fue cuando me percate que su actitud no era por hostilidad sino porque era de juego brusco. Los dueños sujetan la cadena y me acercan el pitbull, era impresionante su energía, a pesar de la fuerza del dueño, que era arrastrado poco a poco. Me puse de rodillas y puse mi mano sobre la cabeza del pitbull y su actitud cambió a más tranquilo.
Después los dueños me dejaron toda la información y se fueron (Sabía que podía domar o tranquilizar al gran Pitbull). Al día siguiente, llego a la casa donde la mascota se encuentra encadenado, le lleno sus platos de agua y comida y me siento junto a él para que me reconozca, en ocasiones dejaba de comer o beber para verme fijamente, esa mirada de curiosidad y de juego me sorprendió, y mucho más porque solamente me había visto un par de veces.
Ya con mayor conocimiento y confianza lo desencadené y no es de sorprender que me saltó encima. Sabiendo que esto pudiera pasar me lleve cuerdas y juguetes que pudiera morder, haciendo que se cansara y así teniendo un mejor control mientras lo cuidaba. Paso el tiempo y tuve que ir al baño, por lo que deje al Pitbull en el patio. Al cerrar la puerta y llegar al baño escuche como lloraba o se lamentaba, al salir del baño el perro estaba justamente afuera de la ventana atento de donde estaba. Salgo nuevamente y veo una banca al extremo del patio, al sentarme el perro se me acerca y pone su pata en mi rodilla y se me queda mirando fijamente.
Después de varias horas lo dejo amarrado y me retiro, para regresar el día siguiente. Como el día anterior al llegar el perro se emocionó de verme y saltaba como loco, lleno sus platos de comida y agua, y mientras comía, fui hasta el banco al extremo del patio. Al terminar de comer el Pitbull se me acerca y nuevamente pone su pata en mi rodilla y miraba fijamente, le avente la cuerda y un juguete para que fuera por ellos pero no les prestó atención.
Me bajo del banco y me siento en el suelo para ver si había un problema con el perro. Al sentarme el Pitbull puso ambas patas en mis hombros y me empuja contra la pared, honestamente me espante ya que pensaba que me iba a morder, pero fue todo lo contrario. Empezó a lamerme toda la cara, manos y brazos con mucha suavidad, fue una gran sensación y así duró como 20 minutos.
Con toda la acción yo empecé a sentirme mojada (ya he tenido la oportunidad de estar con perros), por lo que sabía que sería una gran oportunidad, el perro seguía lamiéndome y al llegar a los brazos paró en seco y empezó a olfatear. Me olfateó el cuello, el pecho, el estómago hasta llegar «abajo». Se quedo olfateando el cierre de mi pantalón muy fuerte y trataba de traspasar mi pantalón empujando su nariz. Me quite el pantalón y su olfateo fue aún más fuerte, su nariz se centraba en el medio de mi tanga y continuó olfateando. Rozo su nariz varias veces por toda mi zona, estaba en estado de alerta para cualquier posible riesgo que pudiera morderme.
Cuando levanto mi bombachita, veía como el perro estaba muy atento y concentrado en mi vagina, tenía esa mirada de curiosidad que había visto en el primer día que lo conocí. Al no ver que había avance empecé a masturbarme con la nariz pegada del Pitbull, fue cuando empezó a lamerme. Las lamidas eran pequeñas, casi la punta de la lengua, el perro olía y lamia a la par. Ambos eran placenteros, tanto las cosquillas al olfatearme como el oral.
De repente noto que las orejas del perro se levantan y empieza a lamer mejor. Usando toda su lengua empezó a lamerme la conchita. Por la emoción empujo la cabeza del perro hacia abajo y estaba recibiendo un oral de primera, la lengua del Pitbull se movía de atrás hasta adelante y no parecía molestarle. Por lo que decidí alejar y acercar la cabeza del perro para el oral magnifico.
Estaba a punto de venirme y lo acerqué al Pitbull para terminar, al acercarlo, el perro seguía lamiéndome y succionando (prácticamente estaba acorralada y no podía salir)
Se veía como el comenzaba a chorrearme de lo excitada que estaba y el perro no dejaba de lamerme (era muy obvio que quería más). Había quedado cansada, por lo que me puse el pantalón nuevamente, al quedar vestida otra vez, el perro empezó a llorar emitiendo sonidos re agudos, se paró en sus dos patas, moviendo la cola (cosa que no había hecho antes) y poniendo una de sus patas en mi cinturón. Me puse a pensar que si ya me había hecho el favor, lo que me quedaba era regresar el favor. Tumbé al perro para que quedara acostado, levanto una de sus patas trasera y veo que estaba sumamente excitado, el pene lo tenía totalmente erecto con la bola toda hinchada. Le acaricie levemente el pene, y dio un pequeño brinco, fijo su mirada a su pene y lo lamió un poco y volvió a acostarse. Nuevamente levanto su pata trasera y aún tenía su pene erecto con la bola hinchada. Saque su pene de su bolsa y empezó a empujar su cintura, con toda la espalda contra el suelo empezaba a aventar semen, al terminar de inflarse el pene lo tenía enorme, fácil su tamaño eran 2 manos mías.
Después de algún tiempo, aun sosteniendo su pene enorme, seguía aventando semen de poco a poco, la mirada del Pitbull era de lujuria pura, una sonrisa de oreja a oreja, jadeando mucho y con los ojos medio abiertos.
Yo sabía que para que no te metan su enorme bola, hay que hacerlos acabar una vez, u luego, la segunda, ya no sale su bola. Lo seguí masturbando unos segundos hasta que sentí que su pene volvió a crecer, así que me puse en 4 con mi culito parado, y lo invité a montarme.
La sensación de incertidumbre, algo de miedo y excitación que sentía en ese momento es indescriptible. La única manera de volver a la realidad, fue sentir como su pija rebotaba en los cachetes de mi culo, mas abajo, mas arriba, hasta pasar cerca de la entrada de mi mojada conchita… ahí le di una pequeña corrección a sus arremetidas, hasta sentir que finalmente se encajaban su pija y mi conchita.
Ahí comenzó lo mas lindo, ese movimiento característico que solo pueden tener los perros, esa velocidad increíble, que además sumado al tamaño de su pene, era un verdadero placer, y no tardó nada en hacerme acabar nuevamente.
Pero él seguía cogiéndome duro, yo recibía contenta todo ese enorme pedazo en mi vagina, disfrutándolo y esperando recibir toda su leche, pero él no terminaba, quizás estaba demorándose porque ya había acabado hacia un ratito, así que comencé a disfrutar nuevamente lo que parecía ser un segundo orgasmo con su pija adentro, el tercero en total.
Y cuando estaba a punto de llegar, siento que él se queda quieto y comienza a llenarme de leche. Eso aceleró mi orgasmo, e hizo que sea aun mas intenso que los anteriores. Me sentía su perrita, su putita, ahí en 4 patas, recibiendo toda su lechita bien adentro de mí ya dolorida conchita.
Me quedé un ratito sintiendo su pija adentro mío, pero él se terminó saliendo cuando quiso, ya que al no crecerle la bola, nada lo ataba a mí. Y cuando la saco de adentro mío, sentí ese vacío característico que una enorme verga te deja al salirse de la conchita, y comenzó a correarme una cantidad impresionante de leche por mis piernas. Que como era de esperarse, él comenzó a lamérmela, hasta dejarme bien limpita.
El Pitbull después de volver a la normalidad se levanta, se dirige hacia a mí, (yo sentada en el suelo) pone otra vez sus patas en mis hombros y empieza a lamerme con mucha suavidad.
Prácticamente no pasamos los siguientes 4 días igual. Hay 2 cosas que aprendí con esta experiencia, los Pitbull son una raza sumamente cariñosa y afectiva, y además tienen uno de los penes más grandes que he visto. Una de las mejores experiencias que he tenido, ya que he tenido oportunidad de ser cogida por varios perros de varias razas, pero este sí que me sorprendió.”
FIN